Un Anciano me confió.
Alguna vez, hace ya algunos años en el Cusco, cuando a instancias del trabajo profesional planeaba mi retorno a Lima desde Vilcabamba, Cusco, un anciano me confió una verdad asombrosamente conservada de voz a voz, por cientos de años en el valle del Huatanay, que es bueno recordarlo en esta ocasión.
Decía, que la partida de esta vida no es si no el principio de otras, ya que de las tres esencias que animan a los humanos, al cumplirse el ciclo vital, la tercera regresa a su Paqarina original, donde seguramente muchos de los nuestros ya se han reunido con otros grandes de la raza humana.
La segunda regresa a la Pachamama, porque es muy cierto que polvo somos y a su magnanimo seno le entregamos lo que nos facilitó cuando éramos materia animada. Todo se transforma.
La primera, la más personal, permanece fecundante hasta por siete años, con la tenacidad de Luna llena para iluminar el camino hacia el Koyllur Riti y con la riqueza de la lluvia, esperando nutrirse en las wawachas que abren su inteligencia a la vida, para completar su conjunto de esencias y cumplir el ciclo eterno.
Contagiosa cosmovisión, que reconforta saber que aquellos que nos dejan aún están entre nosotros. Ante la primera dulzura del corazón, dicho en Runasimi (Quechua), se empieza a vivir la misma energía que identificó a los Incas con nuestra esencia natural, restaurándonos como especie, de la identidad extraviada estos últimos quinientos años.
Cuando los ventarrones de la globalización atosigan con verdades que no son nuestras, cuando el individualismo se viste de democracia y el consumismo, alucinante y sensual regala un sin fin confuso de información aplastando el espíritu, es cuando descubrimos la vigencia de los principios y valores andinos, tan naturales a nuestra esencia americana, respetuosos con el ecosistema, la biodiversidad, la agricultura orgánica, el cosmos y con nuestros congéneres. Conocimientos tan actuales para interactuar entre la vorágine actual, con el garbo y sabiduría del Ausangati y el Pachatusan, que nos dicen:
Ayniy (ética de la reciprocidad y solidaridad),
Munay (amor y respeto en las relaciones entre personas),
Yachay (amor por la sabiduría, la ciencia y la tecnología), y,
Llankay (amor por el trabajo como única fuente digna del progreso material).
Podemos pertenecer a otras étnias o culturas, asiáticas, europeas, indúes, africanas o incluso latinoamericanas pero podemos reconocer en estos principios incaicos la sabiduría humana que a todos nos iguala y fusiona.
Debemos sellar las grietas de nuestra piel, reflejo de un estilo de vida cuya patria se encuentra en un auto nuevo, una lavadora electrónica o nuestras ropas de marca, tenemos que regresar a la conexión simple, tierna y unificadora con la naturaleza toda.
Mucha luz en tu día,
Juan de la Piedra
Editor
Escríbenos: gasshojuan@aol.com
3 comentarios
Ana María -
lilian -
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